viernes, 27 de junio de 2008

Era fácil, elegía la hoja que iba a escribir por detrás. Todo era una gran estafa a mi madre: vivir con su dolor hecho piedra. Ella hacía un esfuerzo inmenso por seguir adelante. Y lo hacía muy bien. Pero yo veía su dolor filtrarse en el crepúsculo. O tal vez en las gotas de lluvia. La desazón crecía con sus intentos por espantar, aquellas tardes, nuestros fantasmas. Años de pérdidas ¿Cómo podía pasar? La indefensión resultaba enorme.

Yo soy niña adulta. Una niña eterna. Todos hacen muecas alrededor queriendo jugar. Pero esto es serio. Esto se cumple. Y es mi cuerpo quien lo transporta. No se puede uno solo reír sobre un café frío, a veces da melancolía. Quisiera que mis huesos se desvanecieran por un leve tiempo en el aire y flotar. Ahora pesan demasiado. O es la memoria. O es el deseo que busca anclar. Todo empuja como en un parto. Recuerdo cierto río, donde descansábamos. Los que aman no olvidan.

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